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CAPITULO 9 IX. Recuerdos de peregrinos

Foto del escritor: wilson gaitanwilson gaitan

En esos días se pudo apreciar en la vereda en las sombras oscuras de un eclipse que rara vez se ven a las tres de la tarde donde se interpone la luna ante el sol, se veían los pájaros volando buscando sus nidos la gallinas buscando sus árboles de costumbre para el descanso y pasado como cinco minutos la realidad de la claridad del día, ah esas son las bromas que juegan la naturaleza y al poco tiempo las gallinas como sorprendidas con incertidumbre regresan sus patas a tierra a seguir su rutina cabizbajas a buscar lombrices e insectos y al transcurrir las tres horas se oscurece y nuevamente a buscar sus nidos y donde refugiarse.

Ya habíamos invernado lo suficiente para poder volar de aquel lugar de la vereda de rio seco más como es habitual no se quiere despegar las alas y sentir el viento en nuestra contra, pero cierto día nos dijeron ya es suficiente miren para donde se van a ir, había que levantar la mirada y ver que la tierra es ancha y espaciosa hay muchos lugares y con el pesar de que este mundo se fragmenta en la propiedad privada y no poseíamos ningún título de legitima propiedad… La verdad es que estar sin casa propia donde meter la cabeza y sin esperanza de obtenerla en Colombia es pobreza, aunque abra opiniones diferentes, tener una casa o una parcela no es vanidad es una necesidad en definitiva es evitarse dolores de cabezas, estrés y preocupaciones y como dice mi madre las visitas cuando se perpetúan, el huésped con el paso del tiempo llega a ser el arrimado y su aroma perderá el olor agradable; dicen que los enviados son ángeles pues en esa semana llego Miguel mi querido hermano el que siempre nos hablaba del libro de las sagradas escrituras, según él la palabra de Dios, nos dijo que le habían ofrecido un trabajo de administrador de una finca grande de la distancia de caminando como a cuatro horas y entonces comprendimos que era el tiempo de recoger las pocas pertenencias soltar las cuerdas, las estacas de nuestra tienda para sembrarlas en otro lugar, yo he detestado los trasteos pues aun siendo pocas las pertenencias útiles nos aferramos a cargar sobre nuestras espaldas pesadas cargas por si acaso se llegara a necesitar algún día, a los tres días siguientes partimos caminado por la cordillera cuesta arriba por un camino empinado arriando cuatro bestias que nos habían prestado de la finca que Miguel iba a administrar. Aun echábamos de menos a Yolanda y quizás el tiempo nos estaba enseñando la realidad en la que un día los caminos estrechos de la amistada y la hermandad se van enfilando tomando la trayectoria donde no volverá a ser igual pues cada vida es un camino separado individual con sus propias decisiones y consecuencias, mi madre había visto volar sus polluelos de águilas los mayores y solo quedaban dos en el nido Eduardo yo, nunca dijo nada sobre la soledad y la incertidumbre que de pronto sentía…

Al llegar a la cima de la colina con el sudor a flor de piel, los pulmones agitados con los latidos del corazón acelerados; mis ojos se fijaron en una sábana que se extendía en una alfombra verde era otro paisaje de colección en la cual la mente se deleita pues permanecí allí de pie no por el cansancio más bien por saciar la vista y mis pies quedaron sembrados por unos minutos en aquella tierra en la cual se observaba en la extensión los portillos entre lazados por cables de alambre dando la separación de un campo al otro de potrero a potrero se levantaban palmeras de gruesos troncos y árboles robustos bien nutridos y cerca estaban ante nuestra vista un árbol de naranjas sus ramas dobladas por el peso de la abundancias de los frutos y al comerlas su dulce sabor que refresco y reanimo nuestros cuerpos cansados pues era tiempo de cosecha y al estar bajo el árbol de naranja a nuestros pies frutos podridos y algunos mordisqueados por los animales. Avanzamos por la pequeña sabana y se apreciaban los árboles de guayaba con su exquisito olor dulce de fruta madura, los árboles de mango con sus frutos verdes amarillentos y rojizos, también los árboles frondosos con frutos de mamoncillo y muchos más árboles de frutos apetitosos pues comentaban los jornaleros que en esta finca no se necesita sembrar árboles frutales ya los buenos nacían y crecían más rápido que las malas hierbas y los árboles frutales crecen como se les antoja y da fruto de tal manera que caen al suelo y nutre sus raíces y esto fue evidente a nuestras vistas ya que al poco tiempo comprobamos que era tanta la cosecha que con mi hermano Eduardo nos pasábamos las primeras horas del día trepados en los árboles comiendo de los frutos y como niños nos volvimos exquisitos seleccionábamos las frutas y ya no nos parecía tan deliciosa como antes y es que hay tiempos cuando la abundancia llega y el desgano toca la puerta y abrimos el portón para que entre la insatisfacción; lo nuevo trae cambios y debemos adaptarnos con la sensibilidad de recibirlos tal como llegan pues de alguna forma es por la providencia de alguien que construye y escribe la historia de manera personal y sitúa en el ajedrez sus fichas para realizar su batalla, al poco rato llegamos a una casa construida con madera de cedro en tabla bien cortada pues sus paredes estaban bien estructuradas, el techo de teja de eternit teñido de rojo, los pisos de la casa en cemento de color gris esmaltado y allá afuera se escuchaba el algarabía de los patos que uno tras otro se lanzaban a la gran laguna que quedaba a cincuenta pasos de la casa y el agua de la laguna era oscuras y profundas contenían como plagas miles de truchas pequeñas que al calentar el sol asomaban coloreándola de un negro en su gran extensión y en un pequeño extremo de la laguna estaba el corral de ordeño con su enramada sus pisos fundidos en piedra y sementó y en el centro del corral del ordeño el palo que llamaban el botalón, grueso y firme, levantado erguido que sirve para amarar y domar el ganado, se respiraba el olor característico de estiércol y orines del ganado que por una zanja iba a dar a las aguas de la gran laguna… En verdad la finca se caracterizaba por ser de las más bonitas y además tenía ganado vacuno lechero y terneros de engorde y como solía decir Miguel - la mano de Dios nos había traído a este lugar espacioso y ancho.





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